Día 93, martes
El chico que estaba conversando con nosotros se fue en dirección al edificio, porque lo estaban llamando para que firmara la lista y algo que tenía que ver con su programa radial del viernes. Me quedé entonces solo con la chica que atiende en la cafetería. Ella se alejó un poco para preparar más crema, porque al parecer el capuchino con crema es lo que más piden en la cafetería. Viste un pantalón negro ajustado, un delantal, una camisa roja y un gorrito anacrónico que deja mucho qué desear. En seguida voltea y me sonríe, al tiempo que dirige toda su atención hacia mí. Hace un rato fue vergonzoso porque leyendo en voz alta el horóscopo en una revista, éste decía que iba a tener algo con una mujer mayor. Los que estaban con nosotros, el chico y una amiga, se echaron a reír. Yo aproveché entonces que estábamos solos para preguntarle: "¿Entonces lo del jueves queda?". "Claro, ¿por qué?", me preguntó. "No lo sé, pensé que a lo mejor ya no podías ir, que tal vez se te había presentado algún inconveniente". "Para nada", dijo la chica que atiende en la cafetería, que en realidad ya no es tan chica. "Si te he dicho que sí es porque sí puedo", dijo ella sonriendo. "Ah, ya", le dije. "Entonces está bien". Y estaba bien, en efecto. El patio se iluminó con un esporádico sol, obligándonos a todos a desabrigarnos un poco.
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